El Gran Hermano
No, no el de Tele5. El original, el que describiera en su libro «1984» Orwell en 1948, y que diera nombre al popular concurso. Un mundo bajo un régimen de terror que le vigila, incluyendo sus pensamientos las 24 horas del día. Una lectura obligada hoy día, aunque si es usted de los alérgicos a los libros puede ver la peli («Nineteen Eighty-Four», 1984 Michael Radford), no es lo mismo pero está muy lograda, se estrenó en 1984, en serio.
Hoy leía en El País, una reportaje sobre su autor y como, curiosamente, su casa estaba rodeada en un radio de unos 200m, por 32 cámaras de seguridad (no para vigilarlo a él, sino para el control del público en general). Y es que la tecnología va haciendo posible la creación de un panopticón tecnológico y global, un concepto que me parece de lo más interesante… y aterrador.
El panopticón es un modelo de prisión que propone el filósofo Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII, y del que destaco una idea fundamental: no hace falta observar todo el tiempo, basta con que el observado crea que es así. Es una prisión circular o hemisférica que tiene un punto de vigilancia desde el que se pueden observar todas las celdas, pero cuyo interior no puede ser visto desde las mismas. Es decir el prisionero cree que puede estar siendo observado en cualquier momento, porque realmente no sabe cuando lo está siendo y cuando no ya que no puede saber si en el puesto de vigilancia hay alguien o no.
Este sistema de «cuidado con lo que haces, porque alguien te verá y castigará si desobedeces la ley» es una forma de control tan antigua como las primeras grandes civilizaciones, en las que la eterna observancia la realizaban los dioses, o el Dios monoteísta después. Dios conoce hasta el último de tus pensamientos, pues es omnisciente y te castigará por tus delitos. Pero como no todo el mundo cree en Dios, este sistema terminó no siendo útil para el control de la peña y el nuevo vigilante es el estado, siempre en nombre del orden establecido.
Todas las grandes ciudades de occidente se están apuntando a estos sistemas de redes de videovigilancia, Málaga no es una excepción desde hace unos días como muestran estos titulares del diario SUR: «La videovigilancia arranca en ocho calles y plazas del Centro con el objetivo de ser ampliada«, «Las principales calles del Casco Histórico estarán vigiladas por 17 cámaras» . Siempre siguiendo éste concepto de panóptico en el que el mal comportamiento quedaría disuadido al ser consciente de que podría estar siendo observado, incluso grabado, y tener consecuencias.
El problema de este Gran Hermano tecnológico es que se ha creado una red de videovigilancia en calles, centros comerciales, cajeros, edificios públicos, etc. que aunque se protejan siempre tienen la posibilidad de ser mal utilizados por el estado de turno, o peor, por compañías u organismos que accedan a esta red de control sin permiso o previo pago. Una malvada «tábula» como la de «El Viajero» (John Twelve Hawk, 2005) que pretenda ser la mano que mece la cuna, o simplemente sacar partido de esta red en su cuenta de activos. Y es que el concepto intimidad hoy día es casi una utopía. El dato más peregrino sobre alguien puede ser obtenido con las actuales tecnologías: datos sanitarios, bancarios, fiscales, policiales, antecedentes, tráfico… o seguir tu paseo dominical por las calles del centro de su ciudad.
¿Y esto donde deja la libertad? ¿Somos los malagueños, por ejemplo, menos libres ahora que antes de entrar en funcionamiento esas 17 cámaras? «Si no comete ningún delito no tiene nada que temer de esas cámaras» dicen, pero en realidad si que lo tiene… ¿Que pasará si alguien, ajeno al control de la ley, accede a esos datos? Si sus reuniones privadas, escarceos sexuales, visitas a notarios, médicos, etc. pueden ser grabados con mayor facilidad aún de lo que pueden serlo ahora para controlarle con el chantaje.
Yo no me atrevería a decir que esas cámaras no son necesarias, sobre todo con el auge del vandalismo callejero y de los delitos comunes, pues sin duda bajarán de intensidad con esta medida, pero ¿En que lugar nos deja el ir renunciando a estas parcelas de intimidad en favor del «orden»?. Quizás la respuesta sea que el autentico valor de la libertad no está en poder hacer las cosas que hago porque se que nadie me mira, sino en hacerlas aun sabiendo que pueden estar mirando. Si que se sepa que hago algo me puede avergonzar, quizás lo mejor es no hacerlo, o aun mejor: asumirlo con valentía y dejar la vergüenza para el pusilánime.
¡Hola! Gracias por pasarte 🙂 ¿Nos veremos el día 11, no?
Nada, mientras sólo tengas enlaces y no tengas publicidad no estás cometiendo una ilegalidad 😛 Esta chulo, si te animas a poner VOS entraré más ;).
Un saludo.
Hola Miguel, me ha gustado mucho este articulito tuyo, la verdad que que estoy de acuerdo contigo, cada vez estamos mas vigilados, no se a donde va a llegar esto…
Por cierto soy edu el de cibervoluntarios, el de la gran charla de hora y pico con mi hermana jajaja, interesante blog el tuyo.. un saludo!!
PD. pasate por el mio si te apetece, lo he hecho esta semana y tal vez roce la ilegalidad, ya me contaras jajaj. http://www.pelisderessaca.blogspot.com
I think you love dark color
Qué análisis más lúcido. Me ha encantado.