Abrazar el cambio
Cuando me atrevo a mirar al pasado el aluvión de «si hubieras» me paraliza y me detiene. Como la mujer de Lot convirtiéndose en estatua de sal al mirar atrás en vez de continuar su marcha.
Cuando miro al futuro es aún peor.
Al que más echo de menos ese Miguel de la foto. Lo que más me cuesta es aceptar la vida como es, y no como me hubiera gustado que fuera. Abrazar lo que viene, dejar ir lo que se va. Esto es aplicable a las personas que me cruzo. Al fin y al cabo, si alguien deseara de mí algo que no es parte de mí, no podría más que frustrarlo.
Aún asi, aprender a vivir sin deseo no es carecer de metas. Ni conformarse. Es disfrutar del camino.
Y por que tienes que aprender a vivir sin deseo?. Alguien me dijo que las frustraciones se aprenden, igual que los miedos. Hay gente que no puede vivir si ve a una araña y a otros les pasa con las cucarachas. Aunque le echan huevos cuando se encuentran a una, en plan «o tu o yo», a pesar de lo mal que lo pasan. Es una pena que lo hayan aprendido, a otra gente les da igual, pero saben que lo han aprendido y es lo que hay.
Es muy difícil cambiar la naturaleza de una persona. De hecho, para que cambiarla?. Por ejemplo, la solución de todos los problemas de un introvertido no es convertirse en un extrovertido, si trata de forzarlo ahora tiene un problema más. Pero sí puede detectar que problemas no dependen en realidad de su naturaleza, y también, si quiere, cómo moverse poco a poco hacia una parte menos radical del espectro, sin dejar de ser él. El lleva toda su vida moviéndose un poco para un lado y después para otro, pero tiene poca memoria. El cambio dará frutos y todavía seguirá siendo él.
Las frustraciones también se aprenden. Da pena pensar que si la mayoría de las frustraciones solo dependen de nuestra forma de pensar, si pasamos de todo ya dejaríamos de tenerlas. Por un lado no queremos estar frustrados, pero por otro no queremos renunciar a soñar con mucho de lo que creemos que nos merecemos. La única manera es trabajar para subir de niveles un uno por ciento cada día, para que sin darnos cuenta podamos romper muros que antes no podíamos. Esos muros los vemos ahora porque hemos tomado la decisión de salir de una vez, o finalmente otra vez, de nuestras madrigueras. Porque en el fondo sabemos que nos lo merecemos.
Cambiar es crecer 😉